Los museos requieren una sociedad civil
Acabo de volver del supermercado. En el supermercado, una mujer mantenía una conversación en voz muy alta. Su pelo le tapaba las orejas, así que no se notaba que estaba hablando con alguien por un micrófono de oreja. Era desconcertante. Yo estaba en la sección de verduras, y todas las demás personas de la zona se miraban unas a otras, inseguras de si la mujer nos estaba hablando. Era incómodo porque hablaba en voz alta y además decía palabrotas. A veces estaba enfadada y era difícil escucharla, pero hablaba tan alto que era imposible no oírla. No sabía qué hacer, y mirando a otras personas en el supermercado, se notaba por sus expresiones que tampoco sabían qué hacer.
Me hizo pensar en los museos. Los museos necesitan una sociedad civil, y la sociedad civil no necesita necesariamente museos. En los museos, nos situamos ante un cuadro, una exposición interactiva o un mural, y cada uno se toma su tiempo para absorberlo. Luego, damos un paso atrás para dejar que otras personas tengan la oportunidad de hacer lo mismo. También esperamos nuestro turno; a veces, intercambiamos sonrisas con desconocidos en la galería, reconociéndonos mutuamente. Es una parte única y esencial de los museos mirarnos a los ojos con respeto mutuo. Es parte integrante de la sociedad civil, donde nos respetamos unos a otros. Lo que presencié en el supermercado fue difícil de procesar porque ella no nos reconocía, y nosotros no podíamos reconocerla a ella.
Últimamente he notado esta tendencia en los supermercados y cuando conduzco o hago otras cosas en público.
Hace años, trabajé en una empresa de museos que tenía un socio silencioso. El socio silencioso era un rico inversor que invertía principalmente en acciones y bonos. Cuando le visitaba en su oficina, me enseñaba libros que trazaban el crecimiento del mercado de valores. Él creía que el mercado de valores se movía en oleadas: mercados alcistas y bajistas. Pero en general, el mercado sigue creciendo, aunque con picos y valles. No es fácil ir contra la curva. Si está en un mercado bajista, es mejor ahorrar dinero. A menudo pienso en esta analogía cuando observo diversos aspectos de la vida.
Últimamente, he observado más muestras manifiestas de opulencia y autoexpresión, como gente que conduce grandes todoterrenos o luce tatuajes y piercings. Son señales, ya sea de dominio, riqueza o individualidad.